viernes, 26 de septiembre de 2014

KUNDERA, KUNDERA

Milan, por ser tú, te doy el beneficio de la duda y me doy a mí mismo el beneficio de la esperanza. "La fiesta de la insignificancia", en los límites de su mitad, aun no me ha dado lo mínimo que espero (rectius, exijo) de un maestro.

Si voy a tener que releer "La insoportable levedad del ser" para quitarme el mal sabor de mente, te ruego me avises antes de que termine tu última obra.
 
Espero y trago saliva. No tiene uno edad ya para ver caer un ídolo. Que los dioses nos asistan.